Época: Final franquismo
Inicio: Año 1957
Fin: Año 1975

Antecedente:
La política exterior

(C) Abdón Mateos y Alvaro Soto



Comentario

El nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella Maíz, poseía el típico perfil político franquista a secas de la mayor parte de los ministros de los Gobiernos de Franco de la segunda mitad de la dictadura. Aunque Castiella se había iniciado en círculos monárquicos y católicos durante los años de la Segunda República, había derivado hacia posiciones fascistizantes durante la inmediata posguerra. En efecto, en su periodo de camisa azul, siendo director del Instituto de Estudios Políticos, había recomendado la falangistización del cuerpo diplomático y escrito, junto con José María Areilza, el panfleto imperialista Reivindicaciones de España. Catedrático de Derecho Internacional, fue ministrable desde 1945, desempeñando las embajadas de Lima y del Vaticano durante el período nacional-católico. Todavía durante los primeros tiempos de su gestión ministerial, debido a una campaña internacional contra la represión, habría de participar en la elaboración de un nuevo panfleto antisocialista titulado ¿Qué pasa en España? El problema del socialismo español, en el que se acusaba al PSOE de complicidad con la violencia anticlerical de los años treinta.
La etapa ministerial de Castiella se extendió durante casi trece años. Una etapa en la que diseñó todo un programa de política exterior para España mediante el cual se pretendía incorporar a nuestro país a la corriente de unificación europea, sin descuidar las tradicionales relaciones con Iberoamérica y los países árabes. España debía alcanzar el estatus de una potencia media europea, ser un igual en el club de las potencias occidentales, mediante una diplomacia pragmática y desideologizada que acallara los recelos ante el "leproso", más que "centinela", de Occidente. Para ello, la política exterior del régimen de Franco pretendía una relación más paritaria con Estados Unidos y un acercamiento a la Europa comunitaria. De manera secundaria, la estrategia de Castiella contemplaba un realce de las tradicionales relaciones con algunos países iberoamericanos y árabes. Unos vínculos históricos que permitieran una política de prestigio cuya contrapartida descansaría en el apoyo en las tribunas internacionales. Sin embargo, como señala Rosa Pardo, este programa global de política exterior no tuvo suficientemente en cuenta las limitaciones que conllevaba el carácter dictatorial del régimen franquista, sobrevalorando las posibilidades reales de actuación. Obsesionado con la recuperación de Gibraltar, el ministro llegó a la conclusión de la inevitabilidad de la descolonización de Guinea, Ifni y el Sahara si se quería obtener el apoyo a las tesis españolas en los organismos internacionales.

Más dudosa fue su voluntad reformista y, sobre todo, democratizadora del Régimen. Desde luego una política de apertura exterior que trajera consigo un mayor nivel de reconocimiento internacional de España podría ayudar como diría, posteriormente, el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, a la reforma del régimen de Franco.

Castiella fue, por ejemplo, adalid de la libertad religiosa. Esta cuestión enturbiaba la imagen exterior de España y las relaciones con Estados Unidos y con muchos países europeos. Seguramente con el transcurso de los años su pensamiento político fue evolucionando hacia posiciones más liberales, sobre todo tras la dimisión de su estrecho colaborador José María de Areilza y la celebración del Vaticano II, pero los problemas de la política exterior y sus obsesiones personales, como la cuestión gibraltareña, ocuparon la mayor parte de sus energías.

Sus primeros pasos en el palacio de Santa Cruz trajeron consigo una renovación del personal diplomático y una apuesta por la profesionalización, como de hecho ocurrió en el resto de la Administración española. Para mejorar la imagen del régimen de Franco, Castiella emprendió numerosos viajes por el mundo occidental. Esta diplomacia directa, junto a la mejora de las relaciones bilaterales con la V República Francesa o la República Federal de Alemania, ayudaron al ingreso en los organismos económicos internacionales. De esta manera, se conseguía un respaldo financiero al Plan de Estabilización de 1959.

Especialmente significativa fue la mejora de relaciones con la Francia de De Gaulle. Además de la cooperación militar en Ifni y el Sahara, Francia vendió armamento a España y dificultó la actividad antifranquista de los exiliados. El Gobierno de Franco apoyó a Francia como contrapartida en el problema argelino. El general De Gaulle respaldó la intención española de ingresar en la OTAN al mismo tiempo que buscaba un dócil aliado en sus pretensiones de liderazgo europeo.